
Identidad
La vida religiosa, en cuanto que centrada en el seguimiento radical de Cristo, consagrada en la fe y entregada a realizar opciones y compromisos en los que el amor manifestará exigencias radicales, es un fermento dinamizador del proyecto de una sociedad nueva y distinta y representa la apertura de un camino en nuevas direcciones:
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Compartir fraternalmente frente al acaparar egoistica e injustamente,
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La sencillez y pobreza evangélica frente al orgullo y la idolatría a las riquezas,
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La frugalidad en el estilo de vida frente a la tendencia consumista deshumanizadora,
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El poder del servicio frente al poder opresor y legitimador de injusticias,
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La amistad generosa y gratuita frente a la amistad corrompida y servidora del egoísmo,
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El sentirse diversos y vivir como hermanos frente a una sociedad en la que los hombres viven juntos sin conocerse ni amarse.
Contexto
La realidad actual de la zona oriental de Guatemala está marcada como en la realidad nacional por la extrema pobreza, la injusticia, la violencia institucionalizada, la parálisis estructural y los efectos que se derivan de esta realidad. Hay en buena parte de la población desesperación y desesperanza. Realidades nacionales que se acentúan en nuestra región oriental.
A pesar de ser Guatemala un país rico en recursos, el 40.3% son pobres y el 30% extremadamente pobres, para un índice total de pobreza de un 70.3%.
Una de las consecuencias más graves es el hambre y desnutrición infantil (50% de la población infantil de 0 a 5 años), somos el país de América Latina con más desnutrición infantil. Que se evidencia en muchos de nuestros municipios y aldeas.
“La canasta básica vital se cotizó en Q 6,550.73 en mayo de 2016, en esa misma fecha el salario mínimo, incluyendo el bono de incentivo no llegaba a 2,800.00 quetzales.” Alrededor del fenómeno de la pobreza y de la injusticia se encuentran los fenómenos actuales de delincuencia, drogas, desintegración familiar, trata de personas, baja escolaridad, trabajo infantil...
La migración, tanto interna como externa, es otro efecto derivado de lo anterior. La migración interna ha provocado la concentración de la población en las zonas urbanas, con la consecuente precariedad y carencia de vivienda digna y de servicios. En estas áreas crece la violencia delincuencial.
Nuestra zona es un área de paso migratorio por la proximidad de las fronteras. Por otra parte, vivimos dentro de una cultura machista y de violencia contra la mujer: intrafamiliar, laboral, física, sexual y psicológica. La corrupción e impunidad corro en las entrañas del sistema social y político. Vivimos inmersos en una cultura de corrupción. La violencia institucionalizada se da en todos los estratos sociales, se ve como un medio valido de solución de conflictos. Otro aspecto de nuestra realidad es la destrucción del medio ambiente, desde todas las instancias. La invasión de la tecnología y el mal uso de ésta en el contexto de una sociedad de consumo, genera alienación, deshumanización e indiferencia. Por otra parte, la falda de una conciencia ciudadana pluricultural y multiétnica, deriva en racismo, marginación y exclusión.
Objetivo General
Potenciar la mística y profecía de la VC y su presencia significativa entre los excluidos, como respuesta a los clamores de hoy y a las convicciones que tenemos desde los valores evangélicos.
Para regresar a lo esencial del evangelio y vivir con alegría el seguimiento de Jesús, al servicio de la Iglesia desde cada carisma, defendiendo sus causas, de manera que nuestra vida sea significativa, creíble y testimoniando el ser y el sentir como Iglesia.
Específicos
Trabajar en Redes con otras organizaciones, a vivir la dimensión INTER: inter-eclesial, inter-congregacional, inter-religiosa, inter-cultural, inter-generacional.
A involucrarnos con la sociedad civil y organizaciones que trabajan con los mismos fines: Derechos Humanos, Ecología, buscando solución de los problemas reales y concretos del entorno.
La Vida Religiosa en la diócesis de Zacapa está siendo invisibilidad como parte del accionar de la Iglesia, pues muchas veces se nos percibe como ajenos o metidos en nuestros proyectos congregacionales, con cronogramas y actividades propias de las provincias religiosas, que a veces obstaculizan en podernos integrar a algunas actividades del quehacer parroquial y diocesano.
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Estrategias de acción
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Impulsar una espiritualidad de comunión modelada por el Dios Trino: Madre-Padre, con el dinamismo del Espíritu que sale de sí, que se expresa en el diálogo y se humaniza, que va al encuentro del otro y de la otra, que entra en relaciones con diferentes grupos y contextos.
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Dinamizar la cultura del encuentro humanizado como eje transversal de todo lo que somos, hacemos y manifestamos en nuestras relaciones y compromisos misioneros.
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Recrear y promover la resignificación de los consejos evangélicos, que marcan nuestras relaciones con del Dios Padre-Madre, con la Madre Tierra, con nosotras y nosotros mismos y con los demás.
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Flexibilizar las estructuras de la Vida Consagrada, de manera que respondan a la realidad cambiante y a los nuevos desafíos.
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Apostar por las nuevas generaciones, acogiendo y valorando toda su novedad y vitalidad, apoyar su formación para que sean artífices de una vida consagrada en salida, itinerante, misericordiosa al servicio de la vida entre los pobres.
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Tomar conciencia del deterioro de nuestra Casa Común y llegar a una conversión ecológica que transforme nuestras prácticas.
Comunidades Religiosas y Misioneras
Todos los católicos estamos llamados al seguimiento de Cristo. Por el bautismo nos hacemos Hijos de Dios, Hermanos de Jesucristo y Templos vivos del Espíritu Santo. Por lo tanto, la vida de los católicos, si quieren ser fieles y coherentes con su bautismo no puede ser la misma que la de una persona no bautizada. La imitación de Cristo será la tarea fundamental en su vida.
Sin embargo, hay personas que por una invitación especial de Dios, bajo una moción del Espíritu Santo, se proponen seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y procurar que toda su vida esté al servicio del Reino. Esto es lo que se llama en la Iglesia católica, la vida consagrada.
Las personas que asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada viven los así llamados consejos evangélicos por amor al Reino de los cielos. Los consejos evangélicos son la pobreza, la castidad y la obediencia. Se les llama consejos evangélicos porque fueron predicados por Cristo en el evangelio y aparecen como una invitación para seguir más de cerca el camino que Él recorrió en su vida. Si bien todos los católicos estamos llamados a vivir estos tres consejos, la persona consagrada lo hace como una manera de vivir una consagración “más íntima” a Dios, motivado siempre por dar mayor gloria a Dios. La pobreza es el desprendimiento de todo lo creado para utilizarlo de forma que pueda dar mayor gloria a Dios. La castidad es lograr que toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén dominados por nosotros mismos. Y por último, la obediencia, es el sometimiento de la voluntad propia a la voluntad de Dios, a través de los superiores legítimos, representantes de Cristo para el alma consagrada.
Las personas consagradas a Dios pueden vivir su consagración de muy diversas formas y así vemos como a lo largo de la historia de la Iglesia, desde las primeras comunidades cristianas en el Asia Menor hasta los florecientes centros urbanos de nuestros días, la vida consagrada asume diversidad de formas. Las hay de aquellos que se dedican a la oración y a la contemplación en un lugar apartado de toda civilización. Hay quienes inmersos en el mundo, viven su consagración entre las más diversas actividades de la vida diaria. Todas estas formas de consagración las podemos agrupar en las siguientes divisiones:
• Vírgenes Consagradas
• Vida Religiosa
• Institutos Seculares
• Sociedades de Vida Apostólica
Podemos decir junto con el Catecismo de la Iglesia Católica, que “el resultado ha sido una especie de árbol en el campo de Dios, maravilloso y lleno de ramas, a partir de una semilla puesta por Dios. Han crecido, en efecto, diversas formas de vida, solitaria o comunitaria, y diversas familias religiosas que se desarrollan para el progreso de sus miembros y para el bien de todo el Cuerpo de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 917).
Cabe aquí hacer una aclaración: las órdenes religiosas masculinas y femeninas como las conocemos forman lo que se llaman Vida religiosa. Es una forma de vida consagrada, pero no quiere decir que sea la única. Quizás es la más extendida y la más floreciente hoy día y por ello se tiende a confundirla como la forma exclusiva dela consagración a Dios.
La división que ha establecido el Catecismo de la Iglesia Católica de las distintas formas de vida consagrada (vida eremítica, vírgenes consagradas vida religiosa, instituto seculares y sociedades de vida apostólica) no implica que no puedan darse nuevas formas de consagración en un futuro. Desde los comienzos de la Iglesia han existido hombres y mujeres que han intentado con la práctica de los consejos evangélicos, seguir con mayor libertad a Cristo e imitarlo más de cerca. Cada uno a su manera vivió entregado a Dios. Muchos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o fundaron familias religiosas que la Iglesia reconoció y aprobó. Pero este mismo Espíritu puede suscitar en un futuro formas nuevas de consagración. La Iglesia lo sabe y está abierta a estos nuevos carismas. Así lo establece en el canon 605 del Código de Derecho Canónico: “Los obispos se esforzarán siempre en discernir los nuevos dones de vida consagrada confiados por el Espíritu Santo a su Iglesia; la aprobación de nuevas formas de vida consagrada está reservada a la Sede Apostólica.”
Por último debemos apuntar que si bien la vida consagrada no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia, sin embargo forma parte de la vida y de la santidad de la Iglesia.
Las comunidades religiosas presentes en nuestra Diócesis, son las siguientes:
Frailes Menores Capuchinos
Pía Sociedad de San Cayetano
Hermanos de La Salle
Hermanas de La Anunciación
Hermanas de Marta y María
Terciarias Capuchinas de La Sagrada Familia
Hermanas Capuchinas de La Madre del Divino Pastor
Hijas de La Caridad de San Vicente de Paul